A 60 años de su muerte, Marilyn Monroe brilla bajo la potente luz del poder de las mujeres.

Las mujeres que buscan ser iguales a los hombres carecen de ambición, declaraba en sus días de gloria Marilyn Monroe. A 60 años de su muerte su imagen sigue gravitando en el imaginario popular.  

Sobre ella se ha dicho mucho, que luchó contra el estigma de la rubia tonta, que sufrió la maldición de  ser uno de los íconos más importantes de la historia del cine y que buscó desesperadamente un reconocimiento que nadie le daría. Sin embargo, si se trata de  descifrar la atracción que aún a 60 años de su muerte ejerce sobre hombres y mujeres, vale la pena darle una mirada al mito con otras claves que iluminan la trágica vida, que terminó en suicidio el 5 de agosto de 1962.

Muchas veces la trayectoria de Marilyn Monroe es leída sólo desde las premisas de la industria, que pone en ella todo el peso de la venta de lo sexual. También se le ha victimizado, poniendo en su desafortunada adolescencia y en su maternidad frustrada, el origen del desequilibrio que la llevó a buscar de manera obsesiva el respeto antes que el amor. Pero agudizando la mirada se ve que se forjó una posición dentro la industria y abrió camino. Obviamente lo pagó caro pero vale la pena mirar su legado y su trabajo para comprender su figura .

Sin duda Monroe es un ícono de la mujer objeto, objeto de deseo. Es esa posición lo que ella convirtió en poder. Tal vez era necesaria mucha más firmeza que la que ella tenía para enfrentarse a la maquinaria que la había creado. Pero si hay algo que no le faltó fue conciencia de lo que representaba. Tuvo la fuerza para alimentar el mito sobre sí misma y mantenerse como la número uno en la industria. Como «sex simbol»cometió errores, como meterse con el clan Kennedy que la despreció en la misma medida en que la convirtió en el mejor certificado de la masculinidad de los poderosos hermanos, encerrándola en la mitología del poder masculino de la época. Pero aún así representa mucho más que la rubia explosiva del mito.

Sobre la discusión acerca de su talento, a esta altura nadie puede negar que supo profundizar en sus roles de cuerpo para dar forma a personajes inolvidables. No importa cuanto haya luchado por el reconocimiento, a ella le atraía el poder que ejercía y mantuvo esa intensidad en toda su trayectoria. El sistema fue rudo con ella en gran medida porque se forjó un lugar en la comedia y en el drama. He revisado muchas veces su registro en Vidas Rebeldes junto a Clarke Gable y Mongomery Clifft, bajo la dirección de John Houston, y su representación está a la altura de sus compañeros de elenco. De hecho construye una de las más relevantes representaciones de la vulnerabilidad femenina que se hayan visto. También debo reconocer que la picardía de sus mejores comedias me parece talento puro. Pero es probable que fuera mucho reconocerle calidad interpretativa. ¿Para qué? Si era perfecta y esa perfección funcionaba en la medida en que se borraba el límite entre personajes y persona.

Monroe sabía que su ‘capital erótico’ era inmenso y por eso aspiró a un reconocimiento de sí misma como una mujer con poder y lugar. En el proceso contribuyó a la conformación del poder de los imaginarios cinematográficos, y también eso se lo deben otras generaciones de actrices.

A 60 años de su muerte la valoración que hacen de ella otras mujeres ha cambiado, a la luz de la eterna lucha del dominio de la mujer sobre su propia sexualidad y del poder que ejerce con ella. Al respecto Lois Banner, profesora de Historia y Estudio de Género de la Universidad de South California, afirma: era una mujer de carrera y se veía como tal; fundó su propia compañía productora -algo muy raro para las mujeres en el cine-; era muy buena en los negocios, veía a los ejecutivos de Hollywood como sexistas. Poco antes de morir cerró un lucrativo contrato con la 20th Century Fox. La académica también destaca el papel que jugó al hacer público en los años 50, uno de los tabúes que fue bandera de lucha de las feministas en los ’70: su abuso sexual en la infancia.

La reivindicación de Marilyn se basa en el reconocimiento de cómo usó su capital erótico. Como señala Catherine Hakim, el capital erótico es, un capital personal tan valioso y concreto como el económico, el cultural o el social. Se trata de una mezcla nebulosa pero determinante de belleza, atractivo sexual, cuidado de la imagen y aptitudes sociales, una amalgama de atractivo físico y social que hace que determinados hombres y mujeres resulten atractivos para todos los miembros de la sociedad, especialmente los del sexo opuesto. Y ese era su capital, ella como muchas otras sabía identificarlo con una dimensión física bastante obvia. El punto es que también fue capaz de llevar su expresión al ámbito de la libertad del deseo. Es la cuestión del deseo liberado lo que la transformo en el ícono que es hasta hoy.

El problema es que cuando el capital erótico se tranza sin convencionalismo, el sistema cobra. Su rebeldía adquirió ribetes autodestructivos cuando hicieron su aparición los fármacos, tan en boga por aquellos años. Ese sería el veneno que la terminaría matando y quitándole toda posibilidad de elegir.
En el 62 el mundo que la había hecho empezaba a desaparecer y eso fue minando su resistencia. Presentía su pérdida de lugar y la soledad de la condición de mito. Pero quien enfrento al macartismo para salvar al drmaturgo Arthur Miller de la persecución anti comunista y desafío la segreación racial , consagrando publicamente su amistad con importantes figuras de la cultura negra de su tiempo, merece ser revisada con más justicia.

Sin cinismos, Marilyn Monroe sigue brillando con luz propia.

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